Junio de 1969: Primera crítica abierta a la «fealdad constructora» de La Manga

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Maqueta presentada a los medios de comunicación en 1962 donde aparecen los cuatro núcleos a urbanizar en La Manga Sur según los planos originales.
Maqueta presentada a los medios de comunicación en 1962 donde aparecen los cuatro núcleos a urbanizar en La Manga Sur según los planos originales. / JLD

Luis Romero, en un amplio artículo dedicado al turismo alternativo llamado “Otro turismo, los cabos” en el diario La Vanguardia, y publicado el sábado 7 de junio de 1969, critica con vehemencia y cierta osadía para la época la dejadez administrativa que estaba permitiendo los excesos que ya eran moneda corriente en todo el litoral levantino.

“Me pregunto –añade Romero al final de su artículo- a veces quién cuida de la belleza de nuestros paisajes, pues el paisaje es algo que pertenece a todos y no a los amos de la tierra. Y me pregunto también, si en verdad cuida alguien de ese patrimonio común, para evitar que sea destruido o castigado por la más trivial de las fealdades. ¿No podría obligarse a respetar la costa por lo menos?… …¿Solo la ley del lucro y la especulación gobierna e impone su criterio? Cuando se desee poner remedio, será tarde.”

Todo su artículo destila una añoranza de otros tiempos, cuando el turismo no era una “razón de Estado” prioritaria para equilibrar la balanza de pagos.

“Lo recordaba [Cabo de Palos] de la época en que la manga del mar Menor era largo arenal sin ‘apartamentos’, hoteles, avenidas asfaltadas, luces de mercurio… Navegar por las aguas tranquilas y poco profundas de ése no se sabe si es lago o mar, era placentero y el gusto se acentuaba tocado levemente por la irrealidad del equívoco. La zona está sufriendo una transformación acelerada a lo largo de toda la costa. Lo que quizá no cambie como debiera es lo que pudiéramos calificar de infraestructura socioeconómica. En España dominan los decididos partidarios de cambiar el aspecto externo de las cosas, a condición de que lo interno –lo que atañe al poder y a los intereses privados- continúe inamovible. Podría decirse, plagiando al poeta bilbaíno y generalizando, que ‘la procesión anda por fuera’.

La punta presenta el aspecto áspero que caracteriza al litoral cartagenero. La torre, de esbeltez equilibrada, se alza sobre la cala Fría. Su linterna se enciende a ochenta metros sobre el nivel del mar y a cincuenta sobre la roca en que se asienta la base del edificio. Al abrigo mismo de la punta y al borde del caserío que se llama Cabo de Palos, hay un minúsculo puerto. Las barcas cartageneras presentan la roda ligeramente oblicua y no tan levantada como las mallorquinas, catalanas o ligures; la popa, redonda pero armada sobre codaste.

Desde el cabo Palos se descubre un panorama rico y sugerente. La manga, en cuyas golas se pesca con el antiquísimo y eficaz sistema de encañizadas, y el Mar Menor, pueden desconcertar a quienes no conozcan la geografía local. Hay algunos islotes, además de los que se alzan en la laguna: las Hormigas y la isla Grosa, nombre este último que recuerda que nos hallamos en la proximidad de una frontera lingüística y que esta frontera, entre gentes de pesca y navegantes, debió ser más fluida que la establecida por los agricultores asentados sobre la tierra firme.”

Todos estos artículos están basados en información recopilada en el libro “De Cabo de Palos a La Manga del Mar Menor. Del siglo XV al XX” (Edlibrix, 2016 -segunda edición-).

1 Comentario

  1. Que razón tenía este visionario que con tanta anticipación supo ver lo que administraciones e instituciones no supieron calibrar a tiempo. Que el poder económico es lo que cuenta, fue y sigue siendo ahora, con la degradación del Mar Menor, el motor económico que nadie sabe parar.