Causas y consecuencias del botellón: dos caras de una misma moneda

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Imagen de archivo de los efectos del botellón en Cabo de Palos. / C. BATON
Imagen de archivo de los efectos del botellón en Cabo de Palos. / C. BATON

Para unos, la diversión del verano. Para otros, el suplicio de las vacaciones.  Sin embargo el fenómeno social del «botellon» es imparable.  Como cada fin de semana de este verano, hemos asistido a la manifestación mas extrema de la diversión para nuestros jóvenes venidos de todas partes de la región y visitantes.  Los últimos estudios dentro del Plan Nacional sobre Drogas, muestras que el consumo de alcohol entre los jóvenes de entre 14 y 25 años sube como la espuma de las 6 cervezas, que de media, consumen en cada reunión de este tipo.

Sin embargo, el alcance de este fenómeno social va mas allá de las consecuencias que se derivan del consumo de alcohol. Las consecuencias sociales y económicas para los jóvenes son gravísimas.

¿A qué nos enfrentamos?

El concepto social del “Botellon” surge a medidados de los 80 en las calles de Madrid, como respuestas de los estudiantes universitarios a los altos precios de las copas en los bares y discotecas de la zona.  Nadie pensó en ese momento, que un cubo lleno de hielo, un par de botellas de alcohol y unos refrescos en el maletero del coche, aparcado con orgullo frente a terrazas o parques de una ciudad, acabaría siendo el pilar fundamental en las noches de juerga de todos los jóvenes españoles durante los siguientes años.

Según los datos del Plan Nacional sobre Drogas, este fenómeno había tomado tintes dramáticos a final del la década de los 90, donde ya se estimaba que mas del 60% de los estudiantes universitarios participaba en el botellón. La generalización de este tipo de habito, llevo al Ministerio del Interior en 2002, a promulgar la conocida  como “Ley antibotellon”, que prohibía el consumo de bebidas alcohólicas en la calle y regulaba los horarios de venta y de promoción del alcohol. Ante las críticas planteadas, esta ley no se aprobó, y con la remodelación ministerial de mitad de legislatura, el gobierno socialista abandonó discretamente el proyecto. Sin embargo, diversas Comunidades Autónomas aprobaron regulaciones que iban en la misma dirección, limitando los horarios de venta de alcohol y el consumo de bebidas alcohólicas en la calle. Las medidas adoptadas hasta la fecha se han mostrado insuficientes para controlar este fenómeno, que repercute de forma negativa no solo en los consumidores, si no también en los vecinos de las zonas de consumo, que con la perdida de control asociada al consumo de alcohol, aumenta el vandalismo, la rotura de mobiliario urbano, las agresiones y sobre todo la gran cantidad de residuos que genera.

¿Cuáles son las causas?

Un ambicioso trabajo de la Unidad de Psicología Social de la Universidad de Valencia, tras entrevistar a mas de 4000 jóvenes de entre 14 y 24 años, concluye que el motivo más aludido por los adolescentes y jóvenes para realizar el botellón es la diversión , seguido del ahorro y de poder estar con los amigos. Un dato preocupante que arroja el estudio es que se trata de una actividad que reconoce practicar el 80,4% de los universitarios y el 67% de los adolescentes de entre 14 y 18 años.

¿Tiene consecuencias?

Mas allá del daño directo que el alcohol produce a nivel del hígado y del cerebro, las intoxicaciones alcohólicas y la elevación de transaminasas, son la cara “menos mala” de un problema social emergente, cuyas consecuencias mas importantes todavia esta por venir.

Investigadores de la Unidad de Deterioro Cognitivo del Hospital Valdecilla de Santander han realizado un estudio en el que demuestran que los jóvenes con un patrón de consumo excesivo de alcohol en fines de semana son más lentos en resolver problemas de la vida diaria, y ademas apuntan que los jóvenes con mayor tiempo de consumo todavía son mas lentos en la resolución de cuestiones comunes.  Este estudio de habilidades ha sido corroborado por la Universidad de Santiago de Compostela que ha comprobado a través de resonancias magnéticas diferencias de volumen cerebral en las áreas destinadas a la lógica y la organización en los jovenes con consumos de alcohol de riesgo.

Los adolescentes y universitarios no son conscientes de las consecuencias negativas derivadas del consumo de alcohol, ni siquiera de la posibilidad de desarrollar un proceso adictivo. Además, los más jóvenes empiezan cada vez antes el consumo, en mayor cantidad y con bebidas de más graduación, lo que en unos años repercutirá de forma negativa en su rendimiento académico o laboral.

Estudios sociológicos demuestran que el consumo de alcohol, repercute negativamente en la relación social, ya que su uso desinhibitorio como medida de relación imposibilita la creación de vínculos afectivos duraderos basados en la confianza y fraternidad. Apuntan que la desnaturalización de las relaciones afectivas, repercuten de forma importante en la vida diaria, predisponiendo a la frustración temprana y al fracaso personal.

¿Podemos hacer algo?

No criminalizar a los jóvenes, incidir en sus capacidades y cambiar el enfoque de los programas de ocio alternativo y de salud, parecen ser, según los expertos la mejor estrategia para controlar el “botellon”.

Las instituciones públicas, los ayuntamientos, asociaciones vecinales y de empresarios,  han fracasado en su estrategia de control de este fenómeno social, con la idea de habilitar espacios fuera del entorno urbano  denominados «botellódromos» donde no hay límite para el consumo de alcohol. Se elimina, en cualquier caso, la molestia vecinal, y en lo posible se trata de controlar algunas de las repercusiones más negativas, sin embargo deja el problema principal sin solución.  La claudicación no deja de ser un reflejo de la imposibilidad de luchar ante concentraciones multitudinarias y espontáneas de jóvenes, que buscan su espacio de relación y expresión como mecanismo para el desarrollo personal.  Si esta reivindicación se produce de forma civilizada y sin alterar el correcto funcionamiento de la ciudad, no tiene por qué buscarse su erradicación, sino su reconducción y normalización dentro de unos límites definidos y aceptados por todos.

El consumo de bebidas alcohólicas es una cuestión social y cultural en España, por lo que las propuestas alternativas al botellón deben tener en cuenta el entorno social del joven. La formación de nuevos hábitos y costumbres más saludables entre los jóvenes pasa necesariamente por la educación: “educar para la sociabilidad”, “educar para la convivencia”, “educar para la salud”, “educar para generar entornos medioambientales agradables”, etc. Todo esto es competencia tanto de la familia, como responsable de la r, como de la sociedad en la que el joven vive, por lo que compete también a las instituciones educativas, municipales, etc.

Los padres deben implicarse en la educación y ver la forma de presentar a sus hijos alternativas de ocio que puedan compartir con sus amigos. Además, deben favorecer la formación en sus hijos de hábitos saludables, así como enseñarles a autocontrolarse y acostumbrarles a asumir responsabilidades en su vida personal y en el ámbito doméstico y social.

Las instituciones deben fomentar programas y espacios creados por y para jóvenes, donde puedan desarrollar sus inquietudes, sin que el alcohol sea la motivación principal. En esta linea están trabajando diversas asociaciones juveniles de varias comunidades autónomas, con espacios libres de alcohol y programas alternativos, con una reducción del consumo de alcohol muy significativa.

En suma, la única manera de acabar con el “Botellon” es implicar a los jóvenes y a sus familias en alternativas saludables al alcohol, espacios donde los jóvenes puedan desarrollarse sin influencias negativas, no en espacios acotados donde beber,  alejados de la sociedad que los espera como la “generación mas saludable”.

3 Comentarios

  1. El botellón pone de manifiesto:
    – La hipocresía de las administraciones públicas (central, regional y local) que no paran de hablar de luchar contra el alcoholismo juvenil, las drogas, pero no hacen nada por acabar con el botellón, al contrario, lo permiten e incluso lo fomentan creando botellódromos.
    – El desconocimiento del problema y de las motivaciones para hacer botellón. Unas administraciones se gastan el dinero en programas de ocio alternativo que no motivan a nadie ¿de verdad alguien se cree que hoy en día un joven con 20 años va de botellón porque ignora otra forma de ocio?. Otras administraciones proponen buscar soluciones con los implicados ¿van a convocar una asamblea de jovenes?. Otros le echan la culpa a los precios de los bares ¿jovenes de familias que tienen o alquilan casas para veranear, que llevan coches de alta gama, con ropa de marca, con teléfonos de última generación, no tienen para pagar la bebida en el bar?¿acaso no hay bares en La Manga con copas a precios bajísimos?
    – La inutilidad de policía y políticos que hacen dejación de sus funciones. Unos por no complicarse la vida y otros por no parecer antipáticos y perder votos.
    – La dejadez de los padres que prefieren ignorar lo que hacen sus hijos o incluso justificarlo sin importarles las consecuencias.
    Y mientras los vecinos y empresarios padeciendo los problemas de suciedad y vandalismo. Y los jóvenes alcoholizándose, drogándose y arriesgándose a accidentes.