La Manga y la mirada del Arquitecto

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Se suele hablar y escribir sobre la mirada de los poetas, de los fotógrafos e incluso de los cineastas.

Todos somos conscientes de cuando vemos sus trabajos, expresan sentimientos, emociones, vivencias o pasiones por todos sentidos, pero solo nos sentimos reflejados y emocionados cuando alguien expresa toda esas impresiones, de una manera tan natural y fácil, aparentemente, que sentimos estar frente a un espejo.

Pero también todos somos conscientes de la dificultad, el estudio, el trabajo, la cultura y el oficio, que esa aparente simpleza conlleva.

También el arquitecto, mezcla de experto en ciencia y en humanidades, tiene esos valores en su mirada. Primero ha de mirar el paisaje, no verlo, mirarlo, diagnosticarlo, hacer una lista inmensa, mental o escrita, de necesidades a cubrir, desde las más científicas y prácticas, hasta el detalle más humano y personal del hombre que ha de vivir, trabajar y ser feliz en ese espacio.

Esa mirada será siempre personal, siendo capaz de empezar de cero, sin olvidar nada.
Tiene que estar limpia de prejuicios, cualesquiera que sean estos, de tiempo, épocas, modas, o imágenes preconcebidas. Pero todo el bagaje de ciencia que posea, de cultura, lo más amplia que pueda, ha de encauzar su observación para ver aquello que después de realizado, parece tan obvio, pero que en el vacío, en un ámbito desahitado es tan difícil de crear, de imaginar, de comprender.

Para que la arquitectura sea efectiva, cumpla su función ha de ser sólida, veraz, realista y útil. Como muchas otras ciencias o artes, necesita algo tan necesario como el dinero necesario para hacerla posible, pero no necesariamente cara.

Si la ponemos al servicio de la persona y de su vida, y comprendemos la diferencia entre las prioridades , las necesidades de las personas y su entorno existencial, sus requisitos de dignidad, el ámbito correcto para su desarrollo personal, y la creación de un espacio vital noble y decoroso, comprobaremos que las prioridades no son lujos, pero los innecesarios pueden ser solamente frivolidades poco esenciales y muy superfluos.

Todos sabemos los gastos cotidianos que tenemos, lo imprescindible y lo superficial. Porque también tenemos el derecho a ser felices con nuestros caprichos, nuestros gustos y los equilibrios que hemos de hacer para que todo cuadre. Pero somos al mismo tiempo, o tendríamos que ser, lo suficientemente responsables para saber que hay gastos que son importantes, y con los cuales no podemos jugar a elegir una mala calidad, poca duración o poca fiabilidad.

El gasto en nuestros hogares, en nuestros pueblos, en nuestras estructuras tienen que ser tomados con la seriedad suficiente para saber que son desembolsos muy importantes, por lo cual, las administraciones tienen que cuidar que sean fiables y tengan futuro.

Mi padre, el arquitecto, estuvo en la reconstrucción de una cuidad llamada San Juan, en Argentina, reconstruyéndola después de un devastador terremoto.

Me contó cómo fue allí a aprender de las viviendas tradicionales, a preguntar hábitos de vida, a mirar cómo vivían y cómo querían vivir. Ideó unas cocinas de obra, pensando en la urgencia, en la resistencia y la rapidez de construcción.

Pensó cómo hacer unos patios interiores, recreando arquitectura mediterránea, donde no hubiera paredes muy altas cercanas para evitar mayores daños en posibles terremotos futuros.

En esos patios ideó una entrada más grande, no solo pensando en coches sino como sistemas de salida de emergencias en caso de ser necesarios. Creó unos umbrales en las puertas y en las ventanas más resistentes, para que fueran posibles refugios, posibles puntos de luz y de ventilación en el caso irremediable.

Ese indispensable contacto con el habitante de tu arquitectura, esa reflexión sobre tus necesidades urgentes y de futuro es la mirada que toda persona ha de tener sobre las decisiones a tomar, con la dignidad de las personas hacia las que diriges tu trabajo.

Un respeto a sus hábitos cotidianos, y un facilitar una mejora en los que la ciencia nos diga que tenemos que dirigir nuestras vidas.

Igual que hemos visto cambiar el centro de los hogares de un lugar a otro, aceptaremos otras normas medioambientales necesarias.

Antes, las chimeneas, eran el corazón de una casa, hoy en día, casi son meramente ornamentales, y ese eje cambió hacia las televisiones, y vemos que también eso cambiará, pues las familia ya no se reúnen frente a una pantalla central, las cocinas serán para más de una persona, ventanas más amplias y luminosas gracias a las calefacciones, y baños más amplios y cómodos, pensando en la longevidad mucho más larga de la que disfrutamos.

No es posible dejar construir hasta el infinito, no es posible construir sin criterio sostenible y donde el ser humano no sea el centro, el eje, sino el negocio a corto plazo.

La observación de nuestro entorno, los cambios que estamos padeciendo, estaban siendo anunciadas hace muchos años por los especialistas, pero hemos sido tan poco sabios como para no escuchar, no oír, y no comprender.

La Manga y el Mar Menor son un accidente geográfico como pocos en el mundo. Tenemos que andar por ella de puntillas, sin rozarlos, mirando, escuchando no dañando.

Es nuestro futuro, porque es el futuro de los nuestros.

2 Comentarios

  1. Una vez más una magnifica reflexión sobre los fundamentos para seguir el camino. No podemos olvidarnos de que también nosotros somos naturaleza.

    Nuestra tecnología y sus sorprendentes avances nos hacen creernos capaces de adaptar el medio a nuestra voluntad. Inevitablemente los eventos naturales extraordinarios nos muestran nuestra impotencia. La prepotencia de creernos distintos en las esencias nos frustra ante las eventualidades de los fenómenos del clima, supuestamente predecibles pero fuera de nuestro control.

    La variabilidad del entorno forma parte de la naturaleza al igual que nosotros mismos y nuestra extraordinaria capacidad adaptativa se ve desafiada como tantas veces a lo largo de la evolución.

    Ante este desafío la arquitectura debe dar soluciones.

    Hasta ahora hemos traído a nuestro entorno urbano pequeños trozos de naturaleza domesticada a nuestros parques y zonas verdes. En La Manga del Mar Menor se ha tratado de traer un ambiente urbano a un entorno natural entre dos mares que se resisten a la domesticación de sus orillas y a que sus playas sean meros espacios públicos comunitarios.

    El resultado es discutible y discutido y las consideraciones van desde un ejemplo de aberración urbanística a la de un paraíso que da la oportunidad de vivir entre dos ecosistemas marítimos únicos y distintos. Dejando a un lado los lamentos creo más fructífero pensar en cómo mejorar y hacer que lo urbano forme parte de lo natural ya que también nosotros somos naturaleza. Creo que es hora de plantearnos el objetivo de renaturalizar nuestras ciudades y nuestros edificios, y qué mejor oportunidad que la que nos ofrece La Manga.

    Renaturalizar La Manga es muy posible y no sólo por los trocitos de naturaleza que quedan. Empecemos por nuestras costas. Hay que descartar el modelo de baños playas-arena kilométricas, tanto en el Mar Menor como en el Mediterráneo. Hay que volver a los balnearios y recuperar parte de las orillas para el ecosistema.

  2. Completamente aceptado tu planteamiento. Hay que buscar soluciones legislativas que marquen que espacios públicos hay, cuales tendrían que ser credos, como incluso educacionales para todos nosotros,y crear un turismo diferente, que busque calidad, visitar esa naturaleza, con guías que les haga reflexionar y querer la naturaleza y verla como un lujo a disfrutar. Un abrazo