El reloj sin pilas

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El Parque Natural de Calblanque.
El Parque Natural de Calblanque. / I. BENEDICTO

De joven no pensaba en el tiempo,
en la muerte, ni en las arrugas.
Creía a este cuerpo eternamente joven,
no sin la elasticidad de goma de pelo.
Ahora la muerte me mira
todas las mañanas a través del espejo.
He roto, tirado, cubierto, guardado,
esos espejos de la mentira.
Sin verme me siento igual
que cuando era joven, una cría.
Llevo guantes, no quiero ver
las manchas de la edad.
Tinto mi pelo negro,
arranco con furia las canas,
me pinto con esmero.
Al andar por la calle,
sin gafas para no ver mi reflejo,
hay gente que pasa a mi lado;
dicen «que mayor se le ve.»
Llego a casa hecha una furia.
¡Como se atreven!
También envejecerán.
Lloraran, como yo ahora,
en sus casas oscuras, con la indignidad
del reloj de la pared que no cesa de moverse
aunque hace años que le retire las pilas.