La Manga y el Conjunto Hexagonal

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Cuando el Arquitecto Antonio Bonet realizó su primera obra en La Manga del Mar Menor, no su primer trabajo, pensó, y así lo afirman sus propias palabras, crear un conjunto de edificios bajos, modulares, que en su momento pudieran irse repitiendo y uno alto, para apartamentos de viviendas vacacionales de mucha rotación.

Estamos a principios de los años sesenta, cuando unas vacaciones eran cortas, y muy cambiantes.

“Los edificios para esos lugares, serán de gran altura y uso colectivo, ya que por su condición de lugares de corta estadía, pueden acumular gran cantidad de gente, en un espacio reducido. Pero, en cambio, deben tener al pie las superficies –plazas, paseos, playas- necesarias para un movimiento libre de trabas y amplio de horizontes” (Antonio Bonet, 1950)

Esto lo escribió para otra ciudad de vacaciones, pero creo que explica bien su idea del Conjunto Exagonal

Esa era la idea, concentrar la máxima habitabilidad en edificios singulares altos, para liberar el suelo, y dejar a las personas el máximo disfrute de lo que el peatón tiene a su alcance, sin necesidad de moverse o alejarse de su propia vivienda.

A cada edificio se le dotaba el máximo potencial de vistas, otorgándole esa forma hexagonal, de manera que todos y cada uno de ellos, tuvieran una visión inmejorable del paisaje, sin sensación de estar en una línea continua, que siempre enmarca mucho mas la intimidad de cada vivienda.

Cada núcleo bajo estaba construido sobre pilotes, exceptuando todos aquellos servicios que son necesarios para crear una pequeña comunidad.

Comercios de todo tipo, equipamientos, servicios, y todo aquello que fuera necesario para que la persona tuviera las soluciones a su alcance, como en un pequeño pueblo independiente.

Este conjunto está formado por una torre compuesta por planta baja, 14 plantas tipo y ático, y 7 módulos compuestos por planta baja y 2 plantas tipo. La torre permanece aislada mientras los 7 módulos bajos están unidos entre sí.

El conjunto de jardines y piscinas estaban también pensados para amoldarse a esas figuras geométricas y creando, sin ser aparentemente apercibidos, unas circulaciones peatonales, lo más cómodas y útiles para el peatón.

Tanto la Torre como los edificios bajos estaban recubiertos de cerámica ,verdes y marrones, para que el paso del tiempo y el salitre lógico del lugar las dañaran lo máximo posible, haciendo su mantenimiento lo más fácil posible.

Persianas “mallorquinas” para sin quitar la luz, si ganarle la partida al sol radiante y su calor.

Puertas en el interior de los rellanos también con posibilidad de abrir partes, sin perder seguridad, pero creando ventilaciones cruzadas que ayudaran a la bajada de la temperatura en cada uno de los apartamentos.

Y cuidando, como no podía ser de otra manera, las vistas desde cualquiera de ellos, a los dos mares.

Y en esa planta baja, ocupada básicamente solo por servicios y comercios, juegos de sol y sombra, de interior y exterior, de intimidad y comunidad, para que la elección del habitante fuera lo más libre posible, eligiendo según su criterio, si hacer vida común con otros vecinos o buscar su propia intimidad entre esos rincones creados, tanto interiores como exteriores, a elección del habitante.

Este juego de indefinición entre lo público, lo privado, lo comunitario y lo intimo, lo interior o exterior, convierte en los espacios mucho más amplios, mucho más versátiles, y al mismo tiempo crea a los vecinos la posibilidad de tener unos espacios, que les ayuden a tener más confort, mesas exteriores comunes, juegos para los niños, espacios para mascotas y todo aquello que enriquezca nuestro propio hogar.

Si nos fijamos, esos lugares comunales, son tan mediterráneos, que en cualquier pueblo de nuestra costa podemos encontrarlo y disfrutarlo. Quizás, hay que aprender a convivir, a poner unas reglas que hagan mucho más útiles esas “plazas” , esos pórticos, y aprender de nuestros abuelos a crear esa nueva ladea contemporánea.