La Manga, el Agua y la Naturaleza

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Dentro de estos días tan terribles para vosotros y vuestros vecinos, no puedo hacer más que ver vídeos, textos y noticias sobre el daño que el agua ha hecho.

La fuerza de la naturaleza nos hace a todos pequeños. Nos vemos como hormiguitas que el destino llena nuestro refugio de agua, de viento, y alguien lo agita.

Pero parece ser, cada día lo tenemos más claro, que tendremos que acostumbrarnos a estos episodios dramáticos de la furia de la naturaleza, quizás, tal vez, sea una protesta, de la tierra contra nuestros propios errores.

Nos van dando avisos, todos los sabios, tantos, que habrá que escucharlos y darles el protagonismo que se merecen, y que sus consejos sean atendidos.

Ya el arquitecto, el ingeniero, las personas en solitario, no podamos tomar tantas decisiones sin contar con ellos. Siempre la naturaleza nos fascina todos, sus fotos, su fuerza, su belleza. Y las propias obras que hace el hombre para dominarla, también y se contagian de esos efectos, y terminamos maravillados por imágenes de puentes, pantanos, rascacielos, caminos o veredas.

Pero somos ambiciosos, deseamos más, no solo sortearla, sino dominarla, y corregirla.
Pero ella es tozuda, tremendamente terca, y reclama sus espacios, sus caminos y sus veredas, así que con su poder, tendremos, que intentar aprender de ella y no ir contra de ella.

Saber y estudiar como hacen los animales sus pantanos, recordemos a los castores, a los pájaros haciendo nidos, a los árboles salvajes como se arraigan a los suelos, creando todos unos cimientos, sus raíces, buscando aliados naturales, otras plantas, que también, vengan a ayudar, a sostener el nuevo asentamiento.

Sabemos que los ríos no hacen sus caminos de manera recta, van haciendo grandes meandros, que hacen su camino mucho más largo, con mucho más recorrido, que ralentiza la velocidad de sus aguas.

Las dunas se mueven, tienen también sus caminos, que hay que estudiar y no poner barreras a su paso. Tiene como aliado el viento o los vientos, que en cada lugar tiene sus direcciones, que hacen cada lugar único, con lo cual, no hay soluciones generalistas, solo las ideas ,los estudios hechos o por hacer de cada lugar, con lo cual tenemos que estudiar y no luchar contra los elementos, sino aceptarla, ser también sus aliados, pretender domarla es un error, y ya tenemos demasiados ejemplos.

Quizás esto, como todos, las tragedias tengan solo una salida para todos aceptable, solo una esperanza y una oportunidad. Ser un nuevo comienzo, un nuevo inicio, una nueva ocasión. Corregir equivocaciones, disparates, desaciertos y descuidos.

De mi padre, aprendí que los tejados pueden tener muchas formas y cumplir muchas necesidades. No solo las obvias, sino ser más grandes que el edificio, para protegerlo del sol, del agua o la nieve, dependiendo del lugar.

Que se pueden hacer paredes, no siempre perpendiculares al suelo, para no crear tantas resistencias al viento, y alejar las humedades del interior. Que se pueden hacer paredes de celosía, que paren vientos, pero no creen murallas, ni al aire ni al agua, que se puede alejar el agua de la lluvia de nuestros interiores confortables, haciendo grandes canelones que desemboquen lejos de las fachadas, que la verticalidad o la horizontalidad no siempre es buena solución y que siempre hay otra manera de solucionar problemas, simplemente, trabajando la solución, pensándola muchas veces, y planteándote muy claramente, donde estas y que fin tiene que tener lo que construyes.

La solución correcta, algunas veces, es mucho más trabajosa, mucho menos evidente, pero ahí está el reto y el buen oficio.

Ahora es demasiado pronto, hay que ser activos en la ayuda, en la emergencia, en el apoyo a todas las familias afectadas por las pérdidas. Ahora es la hora de usar nuestras manos para ayudar, como sea, la hora de convertirnos en comunidad, y asistir, paliar y sostener a nuestros vecinos. Ahora es el momento de ser voluntarios en la vida, proporcionando la cooperación solidaria necesaria. Los vecinos, nuestros convecinos nos necesitan y allí hay que acudir.

Con lo que podamos, seguramente, nuestra fuerza, o simplemente escuchando al que necesita ser apoyado.

Pero tiene que ser un nuevo comienzo, es la esperanza que nos queda y hay que saber, que la próxima vez lo haremos mejor, que nos esforzaremos y que aprenderemos de nuestras equivocaciones. Escuchar mucho, oír, sentir, y aprender de la observación es una buena lección que aprendí de mi padre, y a respetar a la naturaleza, a estudiarla, a leer a los entendidos y especialistas.

Y me permito el lujo, desde esta tribuna, mandaros un abrazo a todos.