La Manga, trabajo y cariño

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Vista aérea de la escuela de equitación y taurina prevista en la Plaza Bohemia en el diseño inicial de La Manga / DLM

Llevo parte del verano trabajando, buscando y escribiendo mucho sobre mi padre, pues el próximo día 12 de Septiembre será el treinta aniversario de su muerte.

Cuanto más busco, y estudio, más me asombro de lo inmenso de su trabajo. Entiendo perfectamente que lo viera tan poco, no sé cuándo podía dormir, ni parar a comer.

Porque conociéndolo, sé lo complicado de cada proyecto, desde lo más amplio, pensando en carreteras, circulaciones de personas y vehículos, a todos los sistemas de abastecimiento de aguas, sistemas de aguas residuales y todo lo que conlleva un Plan Urbanístico, hasta detalles en la carpintería, en los grifos, en un pasamanos, o que dibujara tamaño natural una bisagra, algunas con sistemas tan diferentes, para poder hacerlas artesanalmente.

Para que os hagáis una pequeña idea, desde su llegada a La Manga, en 1961, hasta 1975, su último proyecto para el Mar Menor, tengo datos oficiales del Archivo del Colegio Oficial de Catalunya, donde está archivado y guardado el archivo, sin comprobar el del Colegio de Murcia o lo que puedan tener algún particular que tiene que haber muchos, el número es abrumador.

Más de 13 Planes de Urbanización Generales, dos hoteles, cuatro edificios singulares, cinco edificios de bungalows, cuatro casas particulares, más un restaurante, una piscina, un edificio comercial, y más y más…

Estoy haciendo un listado que haré llegar a Diario de La Manga para que el que esté
Interesado, pueda consultarlo.

Toda esa cantidad de trabajo solo se puede hacer tomándose su trabajo muy seriamente y con mucho cariño, si no es imposible.

Aún así, hay que pensar que al mismo tiempo trabajaba en Salou ,Vandellòs, L´Hospitalet del L´Infant en Tarragona, Madrid y Barcelona y alguna obra mítica en Uruguay, entre ellas la Capilla de Susana Soca.

Su capacidad de trabajo, leyendo las fechas de sus trabajos en esa época, es tan prolífica, que insisto, que no sé cuándo y dónde comía.

Pero aun así tenía tiempo de pasear por la playa, lo recuerdo andando por la que está debajo del Hotel Galúa por las tardes, aunque sé positivamente, que si te acercabas, y lo acompañabas, el silencio era muy recomendable.

Su cabeza seguía trabajando, incluso sus preguntas tenían siempre trasfondos de arquitecto. Recuerdo preguntas tipo dónde y cómo te gusta hacer los deberes, con una ventana delante, o eso te distrae, dónde dejas más cómodamente el abrigo, en tu cuarto, o en la entrada, pero cuántos abrigos sueles tener, y tus discos o la música, dónde y cómo la escuchas… la lista sería interminable e iba relacionada con la edad, cuando yo era más pequeña, recuerdo que me subía a una mesa y me tomaba medidas, de las piernas, de los brazos, cualquier cosa, y yo ya sabía que estaba haciendo o una escuela, una habitación para alguien de mi edad, o algo parecido.

Observaba mis costumbres, los de mi madre, los gestos de los camareros, pedía entrar en una cocina profesional y interrogaba a los cocineros, a las camareras de piso del Hotel, como cruzaba la gente una calle, y cualquier cosa que os pudieras imaginar.

Esa observación, silenciosa, al mismo tiempo que llena de datos, la iba archivando en su memoria, para utilizarla en el momento adecuado.

Un día me empezó a preguntar en La Manga, muchas cosas de mi vida cuando montaba a caballo. Esa afición la heredé de mi madre y de mi abuelo materno, gran aficionado y que murió en Buenos Aires a los 82 años, subido a su caballo.

Mi padre nunca fue aficionado al tema, y que yo recuerde, jamás me acompañó en esa afición. Por eso me extrañó mucho sus preguntas sobre mi relación con los caballos.

Muchos años después, en el estudio, ordenado algunos planos, me encontré un proyecto no realizado de un picadero en La Manga. Entonces recordé esas preguntas y esa conversación sobre los caballos con mi padre en las playas de La Manga.

Siempre me fascinó esa cualidad de preguntar y repreguntar. Las personas solemos hacer ver que sabemos de todo, como los tertulianos de las televisiones, y pocos son los que de verdad saben de algo, con lo cual lo sabio, lo realmente inteligente es preguntar y escuchar. Es imposible conocer de todo y de todos. Además cada persona y familia es un mundo muy particular y único.

Los gustos y las costumbres cambian, por ejemplo, los estudiosos dicen que todos compramos mucha más ropa y ésta dura mucho menos en nuestra vida, pero seguro que los armarios en nuestras casas, hoy tiene que ser mucho más grandes. Las cocinas ya están incorporadas a la vida familiar, de ahí que vayamos a cocinas mucho más incorporadas a los salones comunes, ya no son una habitación separada de la vida común de una familia.

Pero no solo las costumbres, los materiales también han cambiado. Quizás más asombrosamente que nuestras costumbres, nos permiten hacer cosas impensables hace poco tiempo, cristales inteligentes, materiales con memoria, materiales muy resistentes pero que no pesan, materiales prácticamente indestructibles, pinturas capaces de cambiar de color, de proteger todo y de todo o casi, y solo depende de los profesionales en cada campo, en cada especialidad, de ser capaces de utilizarlos de una manera inteligente a nuestra vida, de hacerla más cómoda, más personalizada a nuestras necesidades, abaratar costos, y mejorar nuestra vida.

Como en todo, tenemos los instrumentos para hacerlo mejor, pero de nosotros depende elegir bien. De saber qué profesional tiene cariño por su trabajo, tiene vocación.

Antonio Bonet Castellana en el Mar Menor.