Pilotes y escondites

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Los criterios de vida, las normalidades de tus hábitos, tus rituales cotidianos, los adquiridos o educacionales y tus preferencias de usos frecuentes, en un arquitecto, afectan su arquitectura muchas veces más, y además de todo su bagaje intelectual y referencial.

Los Apartamentos Malaret, elevados sobre pilotes, creando ese escondite para el coche y para mi de niña, es un ejemplo de una manera de entender la vida en vacaciones. la de mi padre, Antonio Bonet.

Recomiendo mucho un artículo del profesor Juan Fernando Ródenas García, “Maleteros”, donde sin haber hablado con él, lo expresa mucho mejor que yo podré hacer.

En mis paseos con mi padre por La Manga, Malaret era un lugar misterioso donde esconderse entre esos pilotes, entre los pocos coches que buscaban refugio del tremendo sol en su sombra tranquila y fresca. Mi padre conseguía con eso dos cosas imprescindibles para él, tener una visión más elevada sobre el mar y la playa y encontrar un refugio para ocultar el automóvil “esa máquina que te trae y te lleva y suele ser horrible”.

El disfrute del paisaje, de la “buena vista”, elevada sobre la arena desde la sala de estar, sobre la circulación, creando ese esencia festiva que las personas necesitan en vacaciones, en los días de descanso. Las personas necesitan, también, descansar el alma, la vista, y para eso no hay nada como la naturaleza, convivir con ella desde el salón, desde que te levantas, cuando te relajas para ir a dormir. La calma suave, la tranquilidad de ver las olas, de oírlas no tiene precio y hay que cuidarlo como una obra de arte, una ventana a la mojada agua, a la seca arena, a la murmuradora brisa, como algo necesario para la salud de las personas, para su equilibrio personal. Un paisaje nuevo a cada minuto, a cada segundo, que te hipnotiza, como el fuego en una chimenea, que crea silencios, y enamora el ánima. Calidad en la vida.

Él que cuidaba tanto la belleza de lo que le rodeaba, de aquello que le influía en su cotidianidad que buscaba incansablemente facilitar que la belleza entrara en la vida de las personas.

Ese salón elevado es ese gesto cotidiano de ponernos de puntillas para ver algo interesante, ese subirte a un árbol para mirar el horizonte, mirar desde un taburete, o subirte a una escalera.

Si una casa es pequeña, pero le añades toda la buena vista, esas medidas quedan modificadas para bien, le añades bienestar y un lujo poco contabilizable pero muy apreciable en la vida.

El que el hombre no sea afectado por la existencia del coche, por la circulación de los automóviles, por el ruido que producen, los olores que crean, era una necesidad vital en su modo de vida. Circulaciones separadas, y que las personas tengan siempre preferencia sobre la máquina, que afecten lo mínimo posible su relación con la naturaleza, su comunión con el paisaje, tiene que convertirse en una herramienta para mejorar nuestra movilidad, no el centro de nada, es la cafetera que se guarda en un armario, la lavadora, o la televisión.

Hacía todo lo posible para que todos esos ruidos visuales que nos rodean pudieran estar guardados, tapados, disimulados, al fin al cabo escondidos.

En Punta Ballena creó unos puentes de madera sobre la circulación de coches para los peatones, para que pudieras llegar a la playa sin cruzarte jamás con un coche desde tu casa a la playa. Zonas de aparcamiento no paralelas a la playa, sino perpendiculares, para que el paseo cerca del mar no sea un esquivar coches.

En La Manga intentó en muchos trozos al principio que paralelos a las carreteras hubieran, entre palmeras, paseos separados para los peatones, vías separadas, distintas, y en sus dibujos casi nunca ponía un coche cerca del hombre.

En sus edificios si entras en coche por un lado, peatonalmente te mueves por otro. Estar en una terraza tiene que estar lejos de la contaminación visual, auditiva y de olores de los automóviles.

En algunos lugares muy populares de terrazas él no podía sentirse cómodo nunca, y lo veías inquieto, molesto e incapaz de sentirse tranquilo.

“Cómo puedo tomar algo confortablemente si tengo un coche aparcando a punto de atropellarme, tirándome todos los humos sobre mi comida y bebida, y haciéndome imposible escuchar cómodamente una conversación, no es un espacio para una persona. Cómo puedo dejar jugar a unos niños a unos ancianos cerca de los autos, no es el lugar”.

Hace mucho tiempo que no veo los Apartamentos Malaret, pero por las fotografías que voy viendo, esos espacios huecos debajo de las viviendas se han cerrado y sumado a los metros de las casa. Lógico conociendo las necesidades de metros cuadrados que hoy en día todos necesitamos y creando garajes cerrados, con los cual, en el fondo, el espíritu no ha cambiado tanto en estos años, fueron creados en 1964, casi 60 años, con lo cual mi curiosidad por verlos es mucho más interesante, mucho más racional pero también muy romántica y poética, para ver como el habitar y vivir un lugar lo transforma y lo recrea.

3 Comentarios

  1. Una vez más, da gusto leerte. Yo, que fui por primera vez a La Manga en el 68 a lo que entonces se llamaba Progalesa, que eran apartamentos junto a la Paranza y la Torre Negra, cerca del Mar Mayor (eso de Mediterráneo, ya sabes que por allí no se usa), me acuerdo perfectamente que existían los Cubanitos, las Pantallas, los Francesitos, el Júpiter y…los Palomares! Así es como se conocían a los apartamentos Malaret que identifico en las fotos aquí publicadas. Eran y son ingeniosos, originales y con una gran personalidad. Tu descripción un lujo y tu padre, un genio. Felicidades

  2. Muchas gracias por tus palabras, por tomarte la molestia de escribirlas y comentar los artículos y por tu amor a La Manga y sobre todo, tú gran memoria. Muchos edificios de esa época eran realmente precursores y referentes de una arquitectura turística moderna que después existió, mas bien poco, en grandes partes de la costa mediterránea. Hay grandes arquitectos que escriben sobre esa arquitectura de desarrollo de un incipiente progreso de un país en crecimiento y teniendo que crear todo un planteamiento nuevo de urbanismo y de aumento de necesidades de segundas viviendas vacacionales para una nueva clase social incipiente y con nuevas necesidades.
    Viendo tu interés en el tema, insisto en que busques los textos del Profesor Juan Fernando Ródenas García, son fáciles de encontrar y es un gran especialista en toda esa arquitectura y además un gran especialista en Bonet.
    Repito mis gracias a tus palabras y a tu memoria.